Capítulo 4

La ceniza cae y arroja una tenue luz sobre el solitario rostro de Osiris. El bosque detrás de él se derrite, corrompe su forma hasta perderse en la noche. Saguira se mueve sobre sus hombros. Serenidad distante. Es un pequeño diamante. Aislamiento por instilación. Un aleteo juguetón que parpadea entre el penacho térmico. El enfoque pensativo deja de lado lo físico.

Está solo en el vacío.

Sin intrusiones.

Hay un punto en la profundidad.

Al que no puedes mirar directamente.

Ahonda. Adéntrate. Más.

"El fuego se está apagando".

El despreciable ruido mundano no tarda en volver.

"¿Mm?".

"¿No tienes frío?".

"Antes no". Osiris se pasa la mano por la frente y aviva el fuego. "Gracias, Saguira".

"No se va a aclarar de la noche a la mañana solo porque tú quieras, Osiris. Necesitas tiempo".

Osiris aprieta los dientes. Siente que se encuentra dentro de agujero negro, boquiabierto ante una profundidad irreconocible. "¿Por qué me elegiste a mí?". La voz de Osiris está hueca. Extiende una mano para que Saguira se pose.

"Tienes luz propia". Ella habla en un tono cálido. El fuego crepita.

"¿Luz propia?". La frustración invade sus facciones. "Este mundo se muere. Una y otra vez".

"Tú también habías muerto, hasta que te traje de vuelta". Saguira permite que la mano de Osiris la acune. "Te hice resurgir hasta que conseguiste alzarte por tu propio pie. Harás lo mismo con los demás, a tu manera".

Esas palabras resuenan en sus oídos con dulzura.

"Yo no tengo tu paciencia, Saguira".

Toma una larga bocanada de aire que suelta en un suspiro.

"Alguien se acerca". La voz de Saguira se vuelve cortante.

"Ocúltame". Osiris está sereno.

Saguira se desvanece cuando Osiris cierra la mano. Él se apaga.