Capítulo 4

Al principio, no les tenía miedo a los repudiados.

Queriendo evitar los balazos, Cuervo había matado algunos desde la distancia cuando se los encontraba en campo abierto. Glint le había dicho que tenían alguna relación con los elixni, lo cual tenía sentido: se movían como elixni, pero no se quedaban muertos.

El barón contactó con Cuervo inmediatamente después de que el equipo de incursión atacara uno de sus almacenes. Dijo que los repudiados eran "malos para el negocio", pero Cuervo pudo notar por el contenido jadeo de su benefactor que lo que quería era vengarse.

Cuervo era sigiloso y prudente, pero los repudiados lo olían, o lo sentían de alguna forma. Se vio obligado a adentrarse en su territorio, abriéndose paso a través de las naves soldadas mientras huía de las criaturas que lo buscaban.

Lo habían acorralado en una nave abandonada con una sola salida. Entonces, empezaron a entrar, y Cuervo descubrió que prefería cargárselos a cientos de metros de distancia.

Los repudiados eran carne podrida embutida en metal, tenían el cuerpo cubierto de cicatrices y forúnculos, colgajos deformes de músculos fijados toscamente, y llevaban jirones de tela marrón metidos en las cuencas goteantes.

Cuervo recargó su revólver y se cargó a tres de los más pequeños. Sus cascos eran más delgados, o su estructura ósea más débil. De cualquier manera, bastó con un solo disparo. El aire se llenó del olor agrio de las heridas purulentas que tenían bajo el latón.

Cuervo escuchó el ruido de unas cadenas contra el metal a su izquierda y se dio la vuelta. Una forma corpulenta se abría paso por un hueco en el casco de la nave.

Cuervo disparó. Algunas de las pústulas azules que cubrían el hombro de la criatura se abrieron de golpe. Un tenue gas brotó de la herida y lo impregnó todo del olor agrio a disolvente. Llenó a la criatura de balazos y tapó el túnel con su cuerpo.

Dos acechadores saltaron por un hueco para flanquearlo. Él retrocedió y recargó su arma, consciente de que lo estaban forzando a avanzar hacia el interior de la nave. Alcanzó a ver un incensario en llamas y se agachó para esquivarlo, pero le golpeó justo en la sien. Le retumbaron los oídos y su revólver cayó estrepitosamente contra el suelo.

Los acechadores exclamaron con emoción y algo lo atacó. Era uno de los saqueadores, con sus cuatro ásperos brazos unidos con correas pútridas. Forcejeó y sintió cómo las correas de cuero se retorcían y crujían. Estaban cubiertos de linfa reseca.

El saqueador estaba encima de él, aullando bajo su máscara facial, sujetándolo contra el suelo con sus brazos superiores mientras los inferiores intentaban alzar un fusil para disparar.

Una garra dentada atravesó la mejilla de Cuervo. Se retorció y pateó al saqueador. Apartó el fusil de su cara, y apuntó con él a los acechadores. Tanteó sin ver hasta que sus dedos encontraron el gatillo. La ráfaga impactó contra los acechadores, que cayeron entre chillidos.

El saqueador rugió, le arrancó el fusil de las manos a Cuervo y lo lanzó lejos. Liberado del arma, sus frenéticos brazos inferiores despellejaron el estómago de Cuervo. Sintió cómo las garras se enganchaban en sus entrañas y luego, todo había terminado. Su cintura estaba cubierta de sangre.

Mientras murmuraba con furia, lo acercó a sus dientes deformes. Por debajo de la máscara facial, caía un reguero de una mucosidad fina desde la boca de la criatura hasta la cara de Cuervo.

Entonces, se dio cuenta de que la criatura estaba hablando.

Hubo un largo momento de horror seguido de otro de pura repulsión. Una cosa era ser descuartizado por una criatura enloquecida, pero eso no lo permitiría.

Cuervo sintió cómo la Luz lo rodeaba con más fuerza que los brazos del saqueador. Apartó a la criatura de una patada y su estómago desgarrado se sacudió.

Los brazos del saqueador se cerraron en el aire. Alzó la mirada con furia mientras la forma cambiante de Cuervo caía.

Cuervo se sujetó a la cubierta de la nave oxidada con una mano. La Luz salía de su cuerpo como vapor. Un cuchillo, pensó, y parte de la energía que se disipaba se convirtió en un cuchillo en su mano.

Se puso de pie. El saqueador cargó hacia delante, sus garras arañaban el suelo mientras galopaba hacia él. Cuervo hizo una finta a la izquierda y lanzó su brazo contra su cuerpo, atravesándolo. Luego, soltó el cuchillo y aterrizó de rodillas.

La hoja estaba clavada en el pecho de la criatura, se había convertido en Luz y la criatura se había convertido en llamas.

El humo era puro; las cenizas, limpias.

La Luz era el arma de Cuervo y, mientras salía de la nave, la Luz rugía en su mano una y otra vez, sin parar.

La Luz atrajo a Glint hacia Cuervo mientras atravesaba la noche como un pilar de fuego.

Y la Luz protegió a Cuervo de la locura, incluso cuando la voz de la criatura resonaba en su mente:

"Padrepadrepadrepadrepadre".