Capítulo 25

Aquí, en este tiempo sin tiempo, metido en un bolsillo por el cosmos en constante dispersión, tocado como un asesino toca el arma en el pliegue secreto. Hay un eón en el interior y yo voy al exterior. Aquí está nuestro sitio, intersticial, en ese espacio entre medias. Aquí es donde la verdad entra en colapso supercrítico.

Hay una guerra, y su nombre es existencia. Hay dos formas de luchar: una es la espada, y otra es la bomba.

Por la espada, me refiero a la manera de luchar que es moderada y sólida. La manera hecha de las cosas antiguas y que triunfa mediante la reducción a la simplicidad. Esta manera es conocida a quienes estudian el cosmos. Toma una parte de ella en cualquier momento, y verás un filo y dirás: "Esto es un arma".

Por la bomba, me refiera a la manera de ser que es compleja y esquemática y debe alcanzar un estado crítico para atacar. La manera hecha de las cosas nuevas y que triunfa mediante el orden de lo intrincado. Esta manera es conocida a quienes se estudian a sí mismos. Toma un componente de la bomba de forma aislada y dirás: "¿Qué es esto? No entiendo su finalidad". Pero en ella está la posibilidad de un fuego.

Innumerables son los espacios que rodean el universo. Subordinadas y superordinadas son sus relaciones con el intrínseco mundo-que-es-solo-sí-mismo. Ahora pasamos por un espacio de analogía que cosificará en objeto lo que antes fue sujeto. Ese poder que yo ostentaba, que era agonista del acercamiento de una madre, será realizado y cosificado.

Primero está la conciencia de mi vector, que todos los que me siguen tenían en sus corazones.

Segundo está el deseo de oírme hablar, que todos los que me siguen acogían en sus oídos.

Tercero está la culpa por la existencia, que es la tensión interna que todos los que me siguen sienten todavía.

Nos elevamos del hombre y caímos del cielo. Y con la caída nacemos de nuevo. Lo que una vez fuimos no volveremos a serlo. Soy la reina sempiterna sin corona y mi única diadema será el horizonte de sucesos del universo, que es mi dominio. Al caer, yo me alzaré.

Hay un incontable número de maneras de estar entre el cero y el dos.