Capítulo 27

Uldren volvió al Arrecife durante la Larga Noche Intranquila, cuando los insomnes se acurrucaban en sus camas y hamacas, reunidos en cuevas de hielo y cilindros de hábitat medio iluminados, acosados por visiones y presagios. Se les aparecían rostros en el sublimado remolino de hielo cometario: las imágenes y los retratos se volvieron imposibles de distinguir de sus equivalentes reales. Destruyeron todas las estatuas con el fin de evitar que parecieran cadáveres a quienes pasaran a su lado.

Algo había cambiado en ellos tras su regreso al cosmos exterior. Un zumbido de cable de alta tensión pasaba por los tendones de sus manos, sus mandíbulas se desencajaban cuando tragaban, y destellos de luz como el impacto de rayos cósmicos oscurecían su visión. Mara se sentía como si hubieran metido los pies en un océano cargado de electricidad y levantado la mano hasta un cable invisible en lo alto: como si hubieran retomado el contacto con fuerzas inmensas y opuestas que habían dejado una antigua marca.

"Me siento como si tuviera escorbuto", gruñó Sjur Eido, pese a no haber tenido escorbuto en su vida. "Como si todas estas antiguas heridas de mi alma se estuvieran reabriendo".

"La gente no deja de mandarme notas", dijo Mara. Su sensorio había muerto en el tránsito, por lo que las notas le llegaron a través de susurros y recortes de valioso papel. "Dicen… Vi tu cara en mi sueño. Vi tus ojos. Oí tu voz".

"Así que no soy solo yo".

Uldren era la segunda persona en transmitirle revelaciones ese día. La primera fue Kelda Wadj, la maestra de maestras, una de las reclutas más alegres de Mara para la expedición: era una experta de la pedagogía, capaz de moldear cualquier mente y dejarla lista para aprender, capaz de ablandar cualquier hecho en un fluido que se pudiera derramar. "Vengo de los laboratorios Gensym", dijo, "y han descubierto algo maravilloso. Ahora somos todos un poco mágicos".

"Cuéntame más". Mara le sirvió una copita de agua cometaria helada. "¿Qué «magia» es esa?".

"Alguna clase de acausalidad débil". Kelda se acomodó sobre una hamaca de plástico entrelazado. "Han estado disparando haces de neutrinos codificados a través de voluntarios, y parece que los patrones de dispersión resultantes dependen del estado cognitivo y emocional del objetivo. Es una detección muy fiable, al menos cuatro sigmas, pero el tamaño del efecto es pequeñísimo".

Mara digirió esto con un chupito de hielo antiguo medio derretido en la lengua. "Acausalidad. ¿Quieres decir que, sea lo que sea lo que esté ocurriendo, cualquier influencia que tengamos en, por ejemplo, los haces de neutrinos, no es explicable por la física?".

"No por ninguna física que conozcamos. En principio, parece violar algunas leyes de conservación, algo que dejaría sin habla a Emmy Noether". Kelda recuerda los nombres de sus antiguos héroes de la física incluso cuando no sabría decir en qué dirección está el sol.

"Física secreta". Mara pensó en el Viajero y en sus obras. "Todos lo hemos sentido, ¿no? Sabemos que estamos… ¿Cómo decirlo? Atrapados en el abrazo entre la luz y la oscuridad", se preguntó, sin demasiada expectación. "Estamos en contacto con ciertos elementos numinosos".

Kelda sostuvo la copa para que le sirvieran más agua. "La pregunta es, majestad…".

"No me llames así. Esto es una democracia plena".

Kelda puso los ojos en blanco. "La pregunta es: ¿seguimos pensando que esto es ciencia? ¿Lo enseñamos como física? El cierre causal dice que todo lo que ocurre en un sistema material tiene una causa material. Sin embargo, si hay estructuras simbólicas en la mente que provocan efectos materiales… ¿no deberíamos llamar eso tal como es?".

"La muerte no tenía dominio", susurró Mara.

"¿Perdón?".

"Ahora estamos en el dominio de la muerte. Todos moriremos. Éramos inmortales en el Distributario, ¿no? Alguna parte de nosotros estaba… en sintonía con el universo. Y ahora que ya no recibimos la señal del Distributario, estamos en sintonía con algo nuevo".

Fue entonces cuando se abrió de golpe la escotilla y entró Uldren tambaleando, sonriendo ferozmente y llevándose un puñado espumoso de citogel a una cuchillada en el cuello.

"¡Alienígenas!", dijo con voz áspera. "¡He encontrado alienígenas, y uno de ellos me ha cortado la garganta!".