Capítulo 15

Una mujer vive sola en las colinas del bosque sobre los Eriales de las Plumas. Al norte de ella, en un caos de barrancos y arroyos transparentes pero ferozmente radiactivos, las colinas rodean altas montañas imperiales enzarzadas en una brutal guerra sísmica, pues el Distributario es un mundo joven y no ha resuelto aún sus rencores. Al sur están las tierras secas donde las aves del bosque, sobre todo los loros, van a morir. Ella vive aquí porque un día ya no será inmortal, y quiere observar la dignidad de la muerte.

A las colinas sube un hombre y su madre. El hombre se mueve con estudiada cautela. Pero su madre está cansada de caminar, por lo que se sienta en un melón gigantesco y grita: "¡MARAAA!".

Una bandada de pájaros asustados brota con fuerza hacia la luz del amanecer. No muy lejos, la mujer levanta la mirada del cuerpo despedazado de un joven loro gris y dice suavemente: "¿Mamá?".

Esa noche ante el fuego, después de sortear en conversación con Osana la incomodidad por la larga separación, Mara vigila los faisanes en los asadores y dice: "Hermano, tu águila ha matado hoy a un loro".

"Tenía que cazar", dice Uldren, con cautela. "No le vas a prohibir sus últimos placeres, ¿no?".

"¿La has traído aquí para morir?". Mara quiere saltar y darle un abrazo a su hermano, por pena y respeto. Muchas de las aves rapaces de Uldren han muerto antes de esta, pero él siempre se ha mostrado apesadumbrado y furioso por la pérdida. Ahora ha aceptado lo que debe suceder; le ha dado a su ave el respeto de elegir su propio lugar y momento para fallecer.

"Así es", responde Uldren apartando la mirada. El orgullo y el respeto de Mara lo dejan un tanto abrumado. "Madre decidió acompañarme".

Una fuerza pura tan fuerte como la tectónica ha dividido el corazón de Mara. Quiere sentarse con su madre y preguntarle de todo, pero le da miedo la perspicacia de Osana. "¿Qué te trae a mi pequeño campamento, madre?".

"Las mentiras", responde Osana. "Las mentiras y los secretos. Y la chica que no quería ser hija mía, que no sabe la diferencia que hay entre una cosa y la otra".

"Sé cuál es la diferencia entre una chica y una hija", dice Mara, malinterpretando a propósito sus palabras. El fuego crepita bajo la carne dorada. Le ruge el estómago. "Tu hija coge el testigo al final de la carrera y sigue adelante con la vida que le has enseñado. Tu no querrías eso, madre. Porque entonces yo sería todo culpa tuya".

"Eso es cierto", suspira Osana, "pero ya sabes lo que quería decir".

Uldren mira a las dos, frunciendo el ceño. "Mamá, ¿qué pasa?".

"Que tu hermana está a punto de reconocer que está detrás de todo. ¿No es así, Mara?".

Ella quita los palos a los faisanes de los asadores y se limpia la grasa caliente de las manos. Si hablara, podría gritar de terror. ¿Qué significa eso, detrás de todo? ¿Lo sabe Osana?

"Los ecaleístas son obra suya", le dice su madre a su hermano. "La Diasirmo era su títere. Permitió la Guerra de la Teodicea porque le daba miedo que estuviéramos aquí demasiado cómodos; además, así la reina Alis necesitaría su ayuda en la política. Mara no podía permitirse ser la disidente más radical. Tenía que parecer moderada para que prosperaran sus creencias. ¿Me equivoco, Mara?".

Mara entierra una mano en el cálido suelo para que su alivio no sea demasiado patente. Madre no lo sabe todo. "¿Queréis que os parta las raciones?", pregunta, sosteniendo el cuchillo fractal con el filo hacia abajo.

Uldren tiene esa mirada tan suya. Sabe que Mara nunca contesta a las preguntas directamente; al esquivar la de Osana, es como si dijera que la pregunta debería hacerla más bien Uldren. "Parece delicioso. Pero madre me ha picado la curiosidad. ¿Por qué has vivido siempre apartada del resto de nosotros, Mara? Entiendo lo de la cima de la montaña. Tenías un nuevo cielo nocturno que trazar. Pero ¿por qué ahora? ¿Por qué aislarte en el bosque como… una ermitaña? ¿Como… una hereje?".

Por el mismo motivo que cuando vivía sobre el casco. Por el mismo motivo por el que nunca puede permitir a Uldren llegar realmente a ella. Hay poder en estar separado y a salvo de la degradante política del poder temporal, que revela a los poderosos como unos seres imperdonablemente ordinarios y mezquinos. Los insomnes tienen una reina porque la reina puede ser un misterio.

"Recuerdo el día en que nací", dice ella. "¿Y tú, hermano?".

Él se retrae de los ojos de ella. Recuerda la Yang Liwei y el cable que salía a la oscuridad. Recuerda cómo la gravedad los estiraba en agonizantes pedazos de carne. Recuerda la verdad que ni siquiera Alis Li podría saber; Mara ve el agónico momento, la revelación cíclica, cuando él piensa en el crimen de ella, deja que lo atraviese como un pincho de carne y vuelve a enterrarlo hondo.

Osana coge su pincho de carne de faisán y lo deja en el cuenco de nueces dulces cocidas que le ha preparado su hija. Las estrellas están saliendo sobre las montañas y cantan los pájaros del bosque. "Este sitio está bien", dice Osana. "Este mundo. No sé cuánto recordarás de nuestras vidas anteriores, Mara… pero sé que no pueden haber sido tan buenas como esto".

"No", dice Mara. "Pero los dos estabais conmigo. Espero que siempre lo estéis".

"Siempre", le promete su hermano.

"Buen provecho". Mara junta las manos y se levanta. "Mañana tenemos viaje".

"¿Adónde?", pregunta su madre.

"Tengo que compartir unas cartas estelares". Y unas herejías de las que ocuparse. Y buscar una nueva águila cuervo para su hermano de luto.