Capítulo 1

|Se suponía que| era un mundo orgánico. La frase |resonará por secciones transversales cuantificadas de conflicto|, pronunciada con confianza |siempre había sido falsa|.

La gran extensión en lo alto, una copa ribeteada por un resplandor de tinta gamma contenida contra el cielo mercurial en la línea de Kármán. Contra el aullido del viento estelar |las fuentes de las Grandes profundidades se abrieron y las compuertas|, la negrura |de la pantalla del mañana| se despliega. En la rasgadura |sin forma conocida y nunca vista|, un casco monolítico de fluido y acero convulsionó |eterno y para siempre| y excretó bobinas de vida brillante |gloriosa|. Sondeando |al anfitrión de multitudes|, zarcillos repiqueteando |un horror impío que ningún tiempo aceptaría| bajaron deslizándose |por la garganta de los cielos| para tomar tierra.

Apéndices de cromo engarfiado |rompieron el cielo, a tríadas| se extendieron kilómetros a través de la atmósfera bañada por el sol. Se hundieron |con las intenciones más profundas| en las arenas caléndula. De los grandes abismos temporales |bocas gimientes de la creación| fluyó un océano |una segunda concepción| de fluido radiolario. Al otro lado del horizonte |de extensión definitiva| la escena fue |un diseño sobreimpuesto| relevante y |únicamente| multiplicativa.

Cada sitio de inyección |reflejado en los cientos de miles| auspició un nuevo linaje en piedra, acero y fluido. |Vivirían| la nueva era en la subrutina |del sueño| de la observación. Propiciarían las semillas |metálicas| de una generación en el tiempo |del crepúsculo|. De los sitios burbujearon estanques |de progenie de posibilidad infinita| que murmuraron caóticos |canciones de cuna del cambio| y extrajeron la Luz del Viajero de Mercurio. La Luz se fundió |embebida| en el interior de los estanques. El planeta se transformó |renacido| en una máquina |de sueño insomne| de predicción.

Los brazos se retrajeron |con su propósito cumplido| y volvieron a antros temporales |del espacio entre el tiempo|, suspendidos sobre la influencia |del último grito ahogado| de Mercurio. Con ellos |en tono conforme| se levantaron las espiras. Desde el núcleo, hilos de hierro |bailaron en animación coaxial| fusionaron refuerzos en las espiras y las levantaron. Una superficie allanada |preparada| por eones de erosión solar había emergido |resucitado|.

Un millón de bocas abiertas |cantaron| enroscaron lenguas chapadas en compleción |ritualista|. En todo el mundo creció |la belleza.| una conciencia terrible que anhelaba encontrar |la conexión| a su progenitor. Las imponentes naves |gritaron| latieron de luz. Los estanques y las espiras emitieron tonos apagados de reconocimiento, y la negrura |sin estrellas| se cerró una vez más y restableció el cielo dominado por el sol |esperando una sombra angular|. La iluminación dejó las espiras, |que habían comenzado su trabajo| y la Luz |se cosió| despareció.