Capítulo 6

La condensación del respiradero goteaba en un compás 4/4 casi perfecto, un metrónomo lento, detrás del hermano Vance. Llevaba el compás con la cabeza mientras esperaba.

"Te verá ahora".

Se sentía más como un prisionero que como un invitado apreciado, pero también pensaba en lo raro que era el público que había reunido. Vance esperaba que le tendieran una alfombra roja, o lo que fuera el equivalente para los insomnes. Seguro que la información que había reunido le garantizaría tal pompa y aparato. Quizás después de esa conversación el tono cambiaría. ¿Cómo no iba a hacerlo?

Los paladines de la reina escoltaron al hermano Vance por los túneles interconectados del Arrecife. Hasta donde podía captar, el lugar olía a almizcle y necesitaba una buena limpieza.

Siempre tomaba nota mental del camino que había seguido, un truco muy útil si necesitaba escapar. Dos veces a la derecha, una a la izquierda, una puerta, un pasillo largo, seis peldaños y otra puerta. El aire ahí era mucho más limpio que el de Mercurio; supuso que era probable que estuviera filtrado.

"La Reina del Arrecife, Su Majestad, Mara Sov", anunció un paladín de manera bastante escandalosa. Vance notó que había más gente en la sala.

"Mi señora", dijo Vance rindiéndole la reverencia que creía que merecía, haciendo una genuflexión ante Su Excelencia.

"Habla", le ordenó. ¿Acaso era un perro para ella?

"Esperaba que fuera más una conversación que una presentación", respondió Vance. Tuvo la impresión de que ya había metido la pata.

"No tengo tiempo para conversar. ¿Tienes algo para mí o no?".

"Tengo muchísimas cosas. Verdades que deben saberse, con ramificaciones que van mucho más allá de estos muros. Requieren de vuestra extraordinaria comprensión".

"Entonces habla".

Vance hizo una mueca y dejó escapar un suspiro.

"¿Quieres algo a cambio?", dijo la Reina Mara, perspicaz como siempre.

"Sí. La información que tengo es delicada en extremo y solicito que se vacíe la sala hasta que hayamos hablado".

La reina Mara lo sopesó, levantó la mano y cruzó una rápida mirada con Petra. La sala se vació.

"Estamos solos. Di lo que has venido a decir".

"He descubierto algo bastante inquietante, pero del todo revelador. Como sabéis, llevamos algún tiempo celebrando las Pruebas. En Mercurio hay una espira, una de tantas, que llamamos el Faro. En su interior resuena una nota de dos tonos cada vez que muere un guardián. Es un sonido extraño y casi imperceptible, pero lo oigo con tanta claridad como hoy oigo vuestra voz. El tono me dice…".

"… que los Guardianes guardan un peligroso potencial en su interior".

"Mi reina…".

"¿Por qué te piensas que te permito quedarte aquí? ¿Crees que has ocupado mi Arrecife sin que conozca los estudios que llevas a cabo?".

"¿Cómo es…?", Vance se quedó pasmado.

"Conocemos esta verdad. Somos insomnes. Nosotros estamos despiertos, en equilibrio. Hermano Vance, te aconsejo que termines las Pruebas para siempre y que destruyas todo registro de tus hallazgos. Te has topado con algo de una dimensión demasiado grande para que puedas comprenderlo. Guárdalo para ti".

El hermano Vance estaba cabizbajo y alicaído.

"Vos lo sabéis todo y, sin embargo, yo no he descubierto nada más que aquello con lo que he venido. Quisiera algo de claridad".

La reina Mara miró a Vance. Aunque no sentía compasión por él, su situación era muy desafortunada.

"Acércate".

Vance levantó la cabeza con lentitud. ¿La había escuchado bien?

"He dicho que te acerques".

Vance dio varios pasos hacia el trono. El aire alrededor de Mara parecía cambiar: era más elegante, le crepitaba en la lengua. Sus palabras se transmitían de una manera más limpia, en cierta manera.

"No puedo ofrecerte claridad alguna. El Universo lo revelará todo, llegado el momento. Sin embargo, hay algo que puedes hacer por mí".

"Sí, lo que sea", Vance estaba desesperado por volver a estar a buenas con ella.

Ella se inclinó y le susurró al oído.

"Cuando veas a nuestro amigo…".