Capítulo 6

Yor no fue más rápido que Jaren. Y Jaren no falló. Simplemente, Yor era más que Jaren. Era único. Hacía falta mucho fuego para derribarlo, y Jaren, a pesar de todos sus dones, carecía de él. Todos carecíamos de él. No digo que yo fuera el primero. ¿Las lecciones que aprendí, esa habilidad que perfeccioné para avivar mi rabia y dirigirla a través de mi cañón? Son lecciones que aprendí por las malas en un planeta duro y ardiente. Antes del exilio de Osiris. Antes de la Grieta. Mi peregrinaje fue largo, doloroso e impulsado por el odio. Pero esa era la cuestión. No bastaba con tener habilidad. La confianza no era un arma. No cuando debemos hacer frente a los horrores de la Oscuridad. Yor lo sabía. Yor contaba con ello.

Así pues, cuando Jaren se enfrentó a él, Yor le concedió el primer disparo de forma voluntaria. Pero el plomo de Jaren no bastó. Y cuando Yor le respondió, su enfermedad consumió la Luz de Jaren y me dejó huérfano de nuevo. De nuevo presa del dolor y de la ira. Yor quiso tentarme concediéndome la posesión más preciada de Jaren. Y lo consiguió. Cuando el arma volvió por fin a mis manos, se convirtió en el motor que me empujó a vengar todo lo que amaba. Fue una empresa egoísta.

Pero cuando Yor y yo nos vimos las caras por fin sobre aquella cresta montañosa, yo estaba listo. Y como después descubriría, él también. Listo para darme su última lección, su último regalo. El impulso final hacia mi verdadero destino.

Un destino que me llevaría a enfrentarme a héroes para asegurarme de que en nuestros mundos había cada vez menos monstruos. Estaba seguro de que era un camino que debía recorrer a solas, hasta que encontré a otros, hasta que encontré confianza.

Hasta que encontré un valor oculto en aquello a lo que siempre había temido…

Las Sombras.

S.