Capítulo 6

ABAJO…

Desde la caída del gran rey de Osmio, una cantidad ingente de campeones se ha dispersado en los vientos en busca de las recompensas prometidas por la lógica de la espada.

Dolor inconmensurable.

Sufrimiento inconmensurable.

Tanto que, a estas profundidades —muy por debajo de la superficie lunar fragmentada donde ninguna Luz ha blasfemado jamás—, se dice que las rugosas paredes de las cavernas acogen la placenta de un tormento incesante.

Aquí, sombras espectrales deambulan por la oscuridad de los pasadizos. Cada forma fugaz, la etérea prisión sin sentido de un ser superior derrocado. O eso dice la profecía…

"Los marcados como indignos se perderán para siempre en las profundidades de su ambición, atrapados en la forma en la que inicialmente cayeron presas de la misma". (11.ª verdad, Libro de la Perdición)

Aun así, a pesar del riesgo de morir definitivamente o de sufrir una horrible maldición, las hordas se reúnen dispuestas a destruir a todos los que desafían sus ambiciones individuales.

Entre ellos, el orgulloso Zulmak tensa sus ligamentos resecos bajo la gruesa calcificación de su carcasa externa, una armadura ganada en combate, con gran dolor.

Zulmak se ha alzado dos veces después de que el resto cayera.

Sus victorias le han granjeado aliados y enemigos, tanto en el círculo como fuera de él.

Tras su segundo triunfo siguieron otras batallas más allá de la mirada de la turba rabiosa.

Primero, un acólito lo intentó desde las sombras. Un cobarde enviado por admiradores anónimos para poner punto final a la carrera de Zulmak hacia la divinidad.

El talón de Zulmak partió la débil columna del ser.

Después… los lacayos. Una oleada de nadas autómatas con la mandíbula inquieta y afiladas garras. Otro regalo de conspiradores secretos.

Ahora, su polvo cuelga en unos saquitos de la cintura de Zulmak. Un manjar que disfruta en silencio, cuando los ecos de las víctimas del Foso se han desvanecido y los rugidos de celebración se han acallado.
Zulmak observa la horda que se alinea en el borde del círculo.

Son centenares. Todos ansiosos por destrozar a sus hermanos y hermanas. Ansiosos por alzarse con el triunfo, como Zulmak.

Siente cómo lo miran.

Ahora, él es un objetivo. Un campeón conocido.

Muchos vendrán a por él. En tropel.

Y morirán a manos de Zulmak.

La ira va en aumento. La energía del Foso es espesa, cálida… furiosa.

No hay ninguna ceremonia que dé inicio a la carnicería.

Los que se atreven a unirse simplemente se reúnen hasta que la tensión supera el punto de ruptura.

Entonces, la primera espada se alza y cae, y el suelo comienza a empastarse con una masa espesa de polvo y sangre.

ARRIBA…

Desde lo alto, Hashladûn observa la caída de la primera espada y el inicio de las amputaciones.