Capítulo 7

ABAJO…

Zulmak sabe que vendrán a por él.

Zulmak está preparado.

Siente el peso de su hoja ligero en la mano. Es prácticamente una extensión de su voluntad.

Su hacha corta casi sin esfuerzo, seccionando el frágil hueso de algún necio con muchas ambiciones y aires de grandeza, un acólito cuya carne y médula rompe limpiamente y que termina convertido en una espesa nube de polvo gris mientras su cuerpo cae hecho añicos.

Con la misma rapidez, más hojas atacan a Zulmak.

Sufre cortes, pero jamás flaquea.

Agarra por el cuello a un caballero que intenta embestirlo, desliza la punta de su hoja por la garganta de su agresor y luego se la clava en el hombro. El verde de los ojos del enemigo centellea y se apaga. Su cuerpo deja de ser un receptáculo. Zulmak aprieta aún más el cuello del cadáver y lo levanta como si el cadáver fuera un escudo con el que parar otro golpe.

Su puño se cierra aún más y el cuerpo del caballero golpea el suelo. Zulmak todavía sujeta su columna con fuerza, la cabeza convertida ahora en un arma. Los huesos entrechocan cuando el mazo necrótico de Zulmak choca con el cráneo de otro atacante. Dos cabezas se parten. Otro enemigo cae.

Una hoja se clava en la espalda de Zulmak, pasando junto a la columna y enganchándose en sus costillas.

ARRIBA…

Hashladûn está decepcionada.

Se ha cansado de la farsa de la masacre.

Ninguno de ellos es digno de la lógica de la espada.

Puede que Zulmak sea impresionante, pero no es Crota. Ni Oryx. Y terminará por caer.

Besurith susurra.

Y las hermanas se giran para marcharse.

Toda la congregación las sigue, vaciando sus templos escarlata. Arriba no queda nadie para presenciar la segura decepción que se producirá abajo, en el Foso.