Capítulo 7

DCCLXXXIX.
Registrada por el escriba Ixolt


Lo que sigue es una misiva que no se llegó a enviar, dictada por el emperador Calus al adalid de la tribu de los guardianes:

"¡Ah, criatura de la Luz! ¡Qué alegría ha sido observarte!

Cuando te invité a bordo de mi Leviatán por vez primera, fue un placer excepcional verte pasar una prueba que yo mismo había diseñado. Luego me di cuenta de que se adaptaba perfectamente a tus talentos, aunque esa no fuera mi intención. Que los talentos que buscaba fueran los mismos que tú tienes solo fue un feliz guiño del destino.

Cuando arrancaste de un disparo la copa de la mano de mi autómata... Ah, mi alma se iluminó de anhelo.

Y cuando mi hermosa nave fue invadida –¡dos veces, de hecho!– por la mente vex, Argos, y más tarde por el odioso Val Ca'uor, esas visitas no fueron tan... predecibles. Sorteaste las peligrosas particularidades de mi amado hogar con mucha... elegancia. Y entusiasmo.

Más que nada, eso fue lo que me cautivó, tu entusiasmo ante los desafíos. ¡Verte saltar ágilmente por mi reactor! ¡Verte liderar a tu equipo en perfecta sincronía contra el celoso Val Ca'uor! ¡Cómo me divirtió todo eso!

Sí, estas hazañas fueron lo que me atrajeron de ti. Me dieron la inspiración para crear un cáliz del que bebieras a grandes tragos mi sangre real y te enriquecieras. Y sabía que la atracción era mutua, porque te lanzaste de cabeza a mi Casa de las fieras. Te llevaste cada uno de mis regalos y respondiste a cada uno de mis desafíos. El día que día mataste tan valerosamente a Gahlran, cáliz de oro en mano, fue el día en que supe de verdad que estábamos destinados a estar juntos.

Me cautivas. Deseo tenerte en mi poder hasta el fin de los tiempos".