Capítulo 2

Hubo una mañana en que las técnidas hablaron al unísono, aunque ninguna de ellas estaba cerca de las otras, y dijeron: ++¿QUIÉN ERES TÚ QUE CONSTRUYES UNA CIUDAD OCULTA EN NUESTROS PENSAMIENTOS?++

Y Mara, sola en el Paseo de la Reina de la Ciudad Onírica, oyó resonar sus voces como si cada una de las brujas estuviera a su lado, y dijo al aire vacío: "Soy Mara Sov. ¿Quiénes sois vosotros?".

La respuesta llegó de inmediato, ++¡MENTIRA! ES LA ECPIRÓTICA. SOMOS EL TEJIDO DE LA NADA-ESPACIO.++

Al oír la respuesta, Mara reconoció el acertijo. Se volvió enseguida y dejó el Paseo de la Reina para no inspirar a Riven. Mientras caminaba, pensaba. Al final, dijo: "Mentira. Vosotros sois los antiguos. Sois la idea que da forma al destino".

Aquella sola voz volvió de nuevo, tan clara y fuerte como el nacimiento del universo, resonando con una curiosidad desapasionada: ++¡SE CREE SABIA! ¿CÓMO ALGO ASÍ PODRÍA LOGRAR TAL REVELACIÓN?++

Mara amplió sus zancadas, subiendo los escalones de tres en tres para meterse en una puerta de transporte poco utilizada. Salió a un pequeño observatorio costero, que entonces no era más que un gran dormitorio, y se encontró con Kelda Wadj, maestra de maestras, suspendida a un metro del suelo. Le brotaba sangre de los oídos y de las fosas nasales. Sus ojos no veían nada. Las otras técnidas estaban paralizadas de forma parecida y repartidas en una disposición geométrica alrededor de la Ciudad Onírica; cada una de ellas permanecía inerte, suspendida, sangrando.

Sobreponiéndose al horror, Mara dijo: "He vivido a vuestro lado". Y como sentía miedo por Kelda, preguntó: "¿Es vuestra intención violenta?".

Inmediatamente, las técnidas se derrumbaron sobre el suelo como marionetas a las que se les han cortado los hilos; todas menos Kelda Wadj, cuyo aumento resplandecía con una luz chispeante. Se elevó aún más en el aire y empezó a descomponerse, partícula a partícula. Mientras se deshacía, dijo: ++AHORA NOS INSULTA.++

Mara apretó los dientes para soportar el espantoso espectáculo de ver a su amiga acabar así. Había sido una ingenua al pensar que habían acabado los acertijos. Dijo: "Por supuesto". La violencia, al fin y al cabo, es cuestión de perspectiva. "Lo que quiero decir es: ¿qué me preguntaríais?".

La amada, la sabia Kelda Wadj estalló y luego se replegó al instante en una singularidad que ardía sin parar pero no destruía nada a su alrededor. Desde su inexistente garganta salió de nuevo una voz, que caló en la médula atómica de los huesos de Mara, y que dijo: ++¿QUÉ NOS PREGUNTARÍA?++

Durante quince días y quince noches, la singularidad ardió sin protección.

Al decimosexto día, comenzaron la construcción de la Máquina del Oráculo, que tomó la singularidad de la maestra de maestras como su corazón-semilla.