Capítulo 10

Tu zapatero filósofo tenía razón y es lo más importante de todo. El dolor no puede sobrevivir a la muerte ni puede preceder al nacimiento. Los que existen tienen valor moral y los que no existen, no.

Piénsalo. ¿Lloras por los no creados? ¿Te apenan los que nunca nacieron en una nación que nunca se desarrolló alrededor de una ideología que nadie imaginó y en un continente nunca formado? ¡No!

A partir de esta verdad más que evidente, debes alzar la mirada hacia la revelación definitiva: los que no pueden sustentar su aspiración a existir pertenecen a la misma categoría moral que los que nunca han existido.

La existencia es la primera prueba y la más certera del derecho a existir. Los que no pueden afirmar su existencia y defenderla no la merecen. Esta es la única predicción verdadera. Un juego en el que los perdedores no se olvidan simplemente, sino que nunca nacen.

Lo que no puede afirmar su existencia y defenderla no es real. No se llora por lo irreal. ¿Por qué habría que preocuparse por ello, atenderlo, protegerlo?

Fue el jardinero quien te eligió de entre los muertos. Yo no lo habría hecho. No está en mi naturaleza. Pero ahora que se ha imbuido en ti, eres increíble, sumamente especial. Ese refugiado vagabundo optó por plantarse y consumir su poder para decir: "Voy a demostrar que tengo razón. Voy a apostar a que, teniendo poder sobre la física y confianza en la libertad absoluta, la gente decidirá construir un reino amable protegido con lanzas. Y no caerá en la tentación. Y no se rendirá a las divisiones. Y nunca se dejará arrastrar por el cinismo de pensar que los demás son tan buenos que yo puedo permitirme un poco de maldad".

El jardinero lo ha apostado todo. Juega a ganar. Y se equivoca. O eso pienso yo. Porque, después de todo, el universo es indecidible. El destino no existe. Lo vamos creando por el camino. Ni el jardinero ni yo sabemos con certeza si tendremos la razón eterna y universalmente, pero no podemos ser nada más que lo que somos. Tú puedes elegir.

Tú eres el argumento final del jardinero. Lo daría todo por convencerte de que mi camino es el único correcto.

Te aprecio de verdad. Para el jardinero, no eres más que un medio para conseguir un fin. Para mí, eres algo majestuoso. Majestuoso. Contienes lo único que merece la pena.

A tenor de todos los estándares que importan o que importarán, yo soy el equipo ganador. La existencia es una prueba en la que la mayoría fracasarán. ¿No te gustaría estar entre los pocos vencedores?

No hace falta que te precipites con tu respuesta. Volveré para escucharla.