Capítulo 17

CONSECUENCIA DEL PECADO

"Amas a tus hermanas, pero solo una te devuelve ese amor. Aun así, permitirías que la pobre y dulce Azavath se entregara a ti, extinguiendo su esencia para que puedas ocupar su lugar. Pero su esencia no lo es todo. ¿Qué hay de su don? La melodía que resuena en su alma es un tesoro poco común. Muy pocos están conectados de forma tan pura al dolor de nuestro ser como aquellos dignos del Coro. Pero nuestra querida Azavath lo da todo para que estés completo; cambia su arte por tu ira, aunque la rabia brote tan fácilmente y tan nutrida, tan reverenciada y patética, pero... Así de profundo es su amor. Ahí reside la locura del sentimiento, en que entregaríamos lo mejor de nosotros mismos, nuestra propia existencia, para satisfacer a quienes más valoramos. ¿Y qué hay, pues, de la otra, de tu hermana malvada, Malkanth? Su amor por ti lo templa la ambición, la estoica verdad que encuentra en la lógica de la espada. Lo ve todo, lo sabe todo y blande secretos como pocos antes que ella. Que te aprecia es una certeza que sientes en lo profundo de tu ser, pues es, y siempre ha sido, devota y leal. Sirvió fielmente al Príncipe caído, a pesar de la cuestionable vocación de tu linaje, pero sus lealtades no importaron nada cuando los Hijos de la Luz maldijeron estas salas y se abrieron paso con sangre hacia las salas prohibidas donde mataron al hijo, tentaron al padre y pusieron en marcha una guerra que acabaría con el mandato de un Rey. Pero tú ya sabes todo esto, gran y poderosos Akrazul. Estas historias son la base de tu ira. Las verdades tan violentas que marcan tu cuerpo, tu mente y tu alma. Tu desposesión es la culminación de una vida de lucha por demostrar no solo tu propia valía, sino la de todos aquellos ligados a la secta mancillada de tu desgraciada estipe. Yo me pregunto... ¿Te ofreció Malkanth alguna vez resucitar a tu amorosa hermana? Tu cuerpo quedará vacío cuando tu alma sea libre. ¿Por qué, entonces, debe perecer Akrazul si un receptáculo de su propia carne y sangre yace sin propósito? Porque, furioso y triste Akrazul, tu hermana sabe algo que tú desconoces: eres una herramienta. Un arma. Nada más. Tu ira es tu único valor. Azavath lo habría visto de otra forma. Habría sonreído ante tu renovado orgullo cuando recuperases tu unidad en sus huesos, pero tu ira pronto habría sido más de lo que hubiera podido soportar. Así que aquí estáis... Los hermanos, separados y cegados por sus deseos pecaminosos. Una, Malkanth, la embustera, te habría pulido y dirigido hacia aquellos que considera frágiles, pero a costa del único ser vivo al que amas. La otra, la tierna y amable Azavath, retendría tu furia con su amor, desmereciéndote al intentar alimentar tu sufrimiento. Ambas tienen defectos. Ambas son tan indignas como cualquiera. ¿Qué harás, entonces? Cuando estés completo, ¿seguirás siendo una marioneta o un intento de titiritero? ¿O tomarás el don de tu hermana y adoptarás tu forma final... de rabia desatada y nada más... hasta que todo se convierta en polvo?".

Estas palabras se convirtieron en un murmullo constante en lo más profundo de la mente de Akrazul.

No las oía... Las sentía.

Grabaron una verdad en su ser en el instante entre el alarido final de Azavath y su propia destrucción.

Todo se volvió oscuro y gris, y luego recobró el aliento, el primero en la cáscara de su hermana. A través de sus ojos nuevos, vio a Malkanth sonriéndole y supo que los susurros no eran un engaño, sino una promesa.

El filo de su hoja atravesó el esternón de Malkanth; una herida mortal, profunda y limpia.

Akrazul, ahora Azavath, no sería el peón de nadie.

Su ira sería libre.

El Enjambre sufriría.

Luego, los malvados vástagos de La Luz, y cualquier otro ser que se interpusiera.

El sacrificio que se avecinaba terminaría solo en polvo; el suyo o el de todos los demás".