Capítulo 5

"¿Quién eres?".

"¿Me conocerías si te dijera un nombre?".

"Tu Espectro cometió un grave error. No pude capturarlo, pero lo confirmé con el rastreador".

"¿De qué demonios hablas? ¿Crees que soy uno de los tuyos? Te estás equivocando, hermano".

"Entonces, ¿qué hace un hombre solo aquí? Sin comida ni agua en kilómetros a la redonda".

"Sé arreglármelas".

"Tengo formas de obligarte a contarnos lo que queremos saber".

"…".

"La campaña del señor de la guerra en esta zona no llegó a adentrarse en el valle meridional. ¿Hay algún asentamiento cercano que conozcas? ¿Hay algo oculto en el valle o en el interior de la cordillera? Puedes decírmelo o puedo empezar a cortar".

"Quizá hayas pasado algo por alto".

"Vas a venir conmigo. Quería explorar el valle en persona, pero creo que iré acompañado".

**

Las manos de Germaine temblaron cuando los señores de la guerra, alzados que conquistaban las tierras que pisaban, se presentaron en Eaton con Judson una semana más tarde, a mediodía. La mitad de la gente salió a verlos.

Uno de ellos llevaba una armadura roja que encajaba con la descripción del señor de la guerra que buscaban Dryden y los suyos.

Dicen que un alzado, razonablemente armado, puede acabar con un ejército. Dos alzados, contando con el apoyo de sus Espectros, pueden enfrentarse a infinitos ejércitos sin decaer jamás.

Seis señores de la guerra desmontaron de sus máquinas, situadas en línea en el centro del pueblo, con las armas en ristre. Dejaron a Judson de rodillas, ante ellos. Sin ataduras. Parecía ileso.

"¿Alguien quiere hacerse cargo de este enclenque?", preguntó el Hombre Rojo.

"Nosotros", dijo Germaine. La gente refunfuñó. Yu intentó correr hacia Judson, pero sus padres la retuvieron.

"Antes de nada, una pregunta", dijo el Hombre Rojo. "¿Dónde están los Señores de Hierro? Hemos visto uno de sus Espectros. Uno de estos". Tocó la carcasa afilada del dron que lo acompañaba, flotando a su alrededor sin perder de vista a los lugareños. "Les gusta entrometerse. A lo mejor os han ayudado, os han dado comida… Eso explicaría que hayáis sobrevivido en este páramo, pero puedo garantizaros que sus motivaciones no os benefician nada". El Hombre Rojo hizo una pausa. Examinó a la multitud mientras su Espectro orbitaba sobre él.

"Los Señores de Hierro están intentando perturbar el orden establecido. Y nosotros hemos venido a liberaros. Ahora estáis bajo nuestra protección. Así que… ¿Dónde están?".

Germaine cerró los ojos durante un largo instante. Como nadie habló, decidió hacerlo él. "Estás en lo cierto. Estuvieron aquí. Pero hace mucho que se fueron. Les pagamos a cambio de suministros y se fueron hace una semana".

"Ah, ¿sí?". El Hombre Rojo levantó su cañón de mano y disparó al padre de Yu en la cabeza. Todo el mundo dio un respingo y se apelotonó mientras el hombre caía de espaldas. La madre de Yu gritó enfurecida, pero sujetó a su hija con fuerza.

"Lo juro", dijo Germaine, aguantando la respiración mientras esperaba a que los Señores de Hierro escondidos hicieran algo. El Hombre Rojo mantuvo su arma en alto mientras observaba atentamente a los lugareños. Los otros señores de la guerra vigilaban el horizonte con sus relucientes armas a punto.

Judson aprovechó la pausa prolongada para coger una hoja de choque caída de una de las máquinas de los señores de la guerra. Con un grito triunfante, decapitó al alzado que tenía más cerca. Mientras el cuerpo caía, atravesó la espalda del Hombre Rojo con la hoja. Un tercer señor de la guerra arrancó la guja de las manos de Judson, lo apuñaló en el costado con una hoja de su guantelete y lo lanzó por encima de las máquinas.

El caos se desató alrededor de Germaine cuando los Señores de Hierro decidieron abrir fuego desde sus posiciones en las colinas circundantes. Los lugareños se dispersaron mientras los señores de la guerra se alzaban en columnas de Luz fulgurante. Las armas cobraron vida en sus manos y empezaron a escupir trazadoras.

**

El Espectro observaba el caos desde lo alto. Con el tiempo, había aprendido a ocultarse muy bien. Había aprendido a hacer muchas cosas peculiares que su elegido le había pedido.

Abajo, los disparos y las explosiones de Luz destrozaban chozas y cobertizos. Los lugareños huían para salvar sus vidas entre las llamas y el fuego sobrenatural mientras los Señores de Hierro abandonaban sus posiciones en lo alto de las colinas para atacar a los señores de la guerra en el centro de la población.

Entre todo el caos, el Espectro vio a un hombre salir de la humareda causada por una explosión con el cuerpo de una niña en sus brazos. Se resguardó como pudo detrás de una de las chozas, se arrodilló y acercó el oído a la cara de la niña, que intentaba hablar.

En la plaza, uno de los hombres con armadura alzó una ametralladora pesada en una mano y acribilló todo Eaton con trazadoras doradas. El Espectro perdió visibilidad sobre los lugareños a causa de la nube de polvo que levantaba la salva de disparos.

Las explosiones devastadoras y aniquiladoras no tardaron en llegar, y el Espectro se elevó aún más.

Mucho después de que acabara la batalla, esperó a que los alzados supervivientes se fueran y descendió de nuevo al suelo. Ni siquiera estaba seguro de qué bando había ganado. No importaba.

Empezaba a anochecer.