Capítulo 4

Querido Viajero:

No puedo creer que solo llevemos aquí un mes. ¡Es superaburrido estar siempre encerrado!

Todos los días son iguales. Padre me despierta, desayunamos y se va con Papá a la fábrica de exos. Por suerte, tengo a Mihaylova, el pingüino, que me hace compañía mientras camino hasta la otra punta del edificio para ir a la escuela.

Aunque en realidad no es una escuela. Es como un aula, más bien. Solo somos 50 niños, así que estamos todos juntos en la misma clase con dos profes. Ahí me di cuenta de que a todos nos habían dado el mismo pingüino de peluche. Me siento un poco tonto por haber pensado que yo era el único. Pero más tonto es Clovis Bray por pensar que a los bebés y a los niños mayores les gustan los mismos juguetes. Algunos de los mayores tiraron el suyo a la basura. Me las arreglé para recuperar uno. Creo que a ese lo voy a llamar Calumet, por la aeronauta que no llegaste a conocer porque murió de camino a Marte.

Eso es lo único que me da miedo. No los exos ni otras cosas desconocidas. Morir justo antes de un gran descubrimiento. Hacer todo el trabajo y recorrer todo el camino hacia algo nuevo, y que entonces, ¡bum!… un estúpido accidente acabe conmigo y con los 290 años que tenía por delante.

He leído que antes de la Edad de Oro, la gente solo vivía unos 100 años, con suerte. Pero, para entonces, estaban tan enfermos que no podían salir de la cama.

Menos mal que llegaste tú.

Me pregunto cuántos años van a vivir los exos. Seguramente para siempre, ¿no? Si siguen haciéndoles mantenimiento, claro. Pero supongo que, tarde o temprano, los rayos cósmicos acabarán por borrar su disco duro. Papá dice que eso tarda miles de años en pasar. Hay mucho tiempo para hacer copias de seguridad.

Anoche soñé que era un exo. Estaba en un lago congelado, en plena noche, sin mono de nieve, y no tenía nada de frío. El cielo estaba negro y una luna brillaba en la distancia. Yo estaba ahí, mirando al cielo y pensando qué hacer, y entonces, Padre me despertó.

Me enfadé un poco, pero él me dijo que los sueños son mensajes de nuestra mente. Y esos mensajes se repiten hasta que los comprendemos. Así que, con suerte, podré terminar el sueño esta noche.

Tu amigo,

Micah