Capítulo 6

Anoche no pude terminar la carta, lo siento. Tuve que parar para ir a cenar. Padre es muy estricto con eso últimamente. El otro día, pensaba que le iba a dar un patatús porque Papá llegó tarde.

En fin, los exos me cogieron, uno de ellos me levantó y me miró a los ojos.

Ahora entiendo por qué la gente les tiene miedo. Yo tenía más miedo de que me regañaran por estar ahí, pero esos ojos eran algo…

Siniestro. Casi como un cuarto tan oscuro que no puedes verte ni las manos, aunque sientas que están ahí.

No pude apartar la mirada. Oí a uno de ellos preguntar qué hacer conmigo, si sería mejor que desapareciera.

Entonces, de pronto, sus ojos se apagaron y caí al suelo. Un segundo después, se desplomó con un estrépito metálico.

Empecé a correr y solo recuerdo que volví a la clase, no sé bien cómo, aferrándome a Mihaylova y a Calumet, mientras miraba a los pingüinos que se habían quedado atrás. ¡Muchos de ellos se habían quedado en el suelo!

Por alguna razón, eso me enfureció. Quizá sea demasiado mayor para tener peluches, pero, al menos, cuido de los míos. Así que recogí a los que parecían sentirse más solos y corrí a esconderlos debajo de mi cama. Entonces, volví a salir para encontrar a mi clase. Los profes estaban pasando lista.

Nadie había notado mi ausencia.

Eso significa que tampoco saben quién se llevó los pingüinos. Así que ahora tengo nueve pingüinos: Mihaylova, Calumet, Hardy, Qiao, Clovis, Willa, Alton, Elsie y Ana.

Tu amigo,

Micah