Capítulo 5

Cuando despertó, Savek se encontró de pie en la boca de la cueva. El horizonte estaba perfilado por las primeras luces púrpuras del alba. Observó la estructura de la colmena con la cabeza inclinada y recorrió con la mirada el lánguido movimiento de sus turbinas metálicas concéntricas. Inhaló su luminoso vapor verde.

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Recordó haber trabajado todo un día en el queche, desmontando cuidadosamente los restos del sistema de estabilización giroscópica. La delicada tarea requería la entereza que normalmente tenía, pero ese día estaba distraída y desenfocada. En un momento de distracción, rompió la carcasa cerámica del giroscopio, lo que redujo a la mitad su valor de reventa.

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"Lo has echado a perder. Eso saldrá de tu paga". Kosis estaba justo detrás de ella. ¿Cuánto tiempo llevaba Savek mirando el giroscopio roto?

"Los defectos restan valor. Media porción de éter y doble turno de guardia. Otro error y te dejamos aquí". Esas últimas palabras eran más bien un eufemismo cultural de los elixni. Kosis se alejó en dirección a los tanques de éter y los escoria bajaron la cabezas mientras Kosis pasaba hacia los tanques de éter. Luego, extendieron sus manos hacia Savek en señal de simpatía.

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Savek recordaba haberse arrastrado, exhausta, hasta su puesto de guardia. Recordaba haber visto pasar flotando los perezosos escombros del Arrecife. Recordaba haber hablado con alguien en la oscuridad. Alguien tranquilizador y poderoso. ¿Quién era?

Apartó la vista del obelisco y observó su cuerpo a la luz del alba. Su piel escamosa estaba reseca. El tejido conectivo de sus articulaciones estaba desgastado y una costra enfermiza le cubría la zona de la mandíbula. Estaba demacrada por la falta de sueño y de éter. Su hambre era un vacío que se llenaba lentamente de vapor verde.

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