Capítulo 6

Kosis bajó el brillo de su tabla de datos e hizo unos cálculos mentales. Incluso teniendo en cuenta el retraso provocado por el artefacto de la colmena, llevaban mucho retraso. Si la situación no cambiaba pronto, habría que hacer concesiones. O volvían con menos producto del previsto, o tenía que alargar las reservas de éter para ganar más tiempo. Tendría que reducir su propia ración o reducir el tamaño de su tripulación. Kosis sabía qué opción elegiría la Araña.

Empezó a pensar en los miembros de la tripulación, intentando decidir a cuál eliminar, pero, de pronto, la sorprendió el repentino silencio del momento. No se oía el chisporroteo de los cortadores de arco, ni los gruñidos de esfuerzo, ni la cháchara. No se oían los golpes del producto cargado en la nave, solo el viento vacío y el zumbido del aguijón oxidado haciendo sus rondas.

Sintió una punzante presión en el pecho mientras inspeccionaba el lugar de trabajo abandonado. Intentó encontrar cualquier explicación que no fuera la que sabía que era cierta. Con la funda de su pistola de choque abierta, se dirigió hacia la estructura de la colmena.

Allí estaban, sentados sin hacer nada, mirando fijamente a la espira que giraba lentamente. No le prestaron atención. Intentó hablar, pero solo consiguió emitir chasquidos con las mandíbulas. Cuando por fin consiguió hablar, su voz sonó como un graznido casi inaudible por el ensordecedor susurro de la torre. "Eh, volved al trabajo".

Varios se giraron y la miraron con curiosidad. Parecían confundidos. El más pequeño de los escoria, también el más nuevo en la tripulación, se puso en pie. Se acercó a ella con calma, su voz era el aullido del Tornado. "Los nacidos que solo viven para ser sustituidos no son capaces de ver la eternidad ni son bienvenidos aquí. Si vives en lo que está más allá de tu alcance…".

El estallido de la pistola de choque de la vándalo cortó el aire e interrumpió el trance de la tripulación. Varios se pusieron en pie sobresaltados y otros se alejaron desorientados. Se quedaron mirando cómo el joven escoria se desplomaba con la cara desfigurada por el disparo. Los susurros habían cesado.

En el silencio que siguió, Kosis encontró su voz. "Acabo de extender nuestras reservas de éter tres días". Ella retrocedió todavía empuñando la pistola. "No perdáis más tiempo. Nos quedaremos hasta recuperar todos los recursos de este naufragio".