Capítulo 1

Un exo renacido estaba de pie, aturdido, en mitad de lo que parecía una enorme biblioteca. Nunca había estado allí antes; por lo que podía recordar, no había estado en ningún sitio. No recordaba nada y lo único que tenía era el nombre que le había asignado un extraño dron plateado. Un nombre que no le sonaba de nada: Felwinter.

Todo lo que había a su alrededor eran estanterías enormes bañadas en oro, rotas la mitad de ellas, llenas de libros hechos jirones y cajas cilíndricas resquebrajadas. Al pasar, pisó un libro y le partió el lomo. El pequeño dron lo siguió de cerca.

"Sé que no confías en mí", dijo. "Pero no tienes elección. ¿A quién más vas a acudir?".

"No lo sé", respondió Felwinter. Se permitió unos segundos. "No sé nada".

"Exactamente. Así que escúchame".

La altura del techo hacía que el edificio pareciera un espacio abierto. En lo alto, los restos de un antiguo fresco, agrietado y descolorido. Quizá una vez fuera hermoso. Felwinter arrastraba los pies a través de la niebla vacía de su memoria, tratando de comprender cómo había llegado hasta allí.

"Eres terco, está claro, pero si nos quedamos más tiempo morirás".

Felwinter intentó ignorar la voz del dron. Necesitaba pensar. Siguió su camino por el océano de libros, pero se detuvo en seco cuando una explosión sacudió el edificio. Alzó la mirada. Nubes de polvo caían del techo desdibujado.

"¿Lo ves?", continuó el dron. "A esto me refería. Tenemos que irnos. Un sitio como este no es seguro".

Junto a ambos, un terminal de ordenador (destruido y aparentemente imposible de arreglar) no dejaba de parpadear. El edificio se estremeció de nuevo. Una voz femenina crepitó a lo lejos por el sistema de altavoces: "Se ha iniciado el bloqueo". A continuación, sonó una voz masculina suave y reconfortante, aunque espeluznante por la distorsionada calidad de la grabación: "Todos los usuarios de la biblioteca deben acudir a la estación de emergencia más cercana. Si necesita ayuda, un asistente puede ayudarlo en la recepción de…".

El mensaje se cortó y el edificio volvió a temblar. Las persianas metálicas comenzaron a descender entre gemidos por la edad y el desuso.

Algo grande golpeó la edificación y los escombros cayeron sobre ellos.

"Pongámonos a cubierto", exclamó el dron, y Felwinter no pudo más que estar de acuerdo. Abandonaron la biblioteca.

Fuera, agachados tras los escombros de otro edificio, fueron testigos de cómo la biblioteca caía aplastada bajo un torrente de lo que a Felwinter le parecieron estrellas fugaces.

"¿Lo ves?", dijo el dron.