Eres Ta’aun. Primus de los Quemadores Celestes. Veterano de campañas que han hecho temblar las estrellas. Hermano unido de Tlu’urn y Mau’ual, tus queridos camaradas. Tus leales amigos. Durante un tiempo fuiste el soldado cabal más poderoso del sistema.

Te han poseído.

Ahora eres libre. Libre de la antigua armadura y del aceite maloliente que te mantenían con vida. Libre de las frías guardias en Fobos, y del aire del desierto que quiere sacarte las tripas por el gaznate.

Respira. Saborea el dulce y olvidado aire del hogar.

Pero ¿qué ha pasado? ¿Cómo has llegado aquí? Son preguntas importantes, Primus. ¿Qué causó esto? ¿Qué código obedeciste?

El deber. El deber te trajo aquí. El deber lo era todo para ti.

El emperador te dijo que abordaras el Acorazado a cualquier precio. Iré contigo, digo Tlu’urn, y tú respondiste que no, que ese era tu deber. Mau’ual dijo que lucharía contigo y tú respondiste que se marchara, que lo harías solo.

Los querías, así que los dejaste y estrellaste tu nave contra el objetivo, hiciste todo lo que estaba en tu maldita mano. Por el emperador, por tu deber, todo contra la aullante horda. Pero no fue suficiente, ¿verdad? Ese código no basta.

A veces tienes que seguir solo.

Aquí tienes un cuchillo. Tiene forma de [soledad]. Cógelo.

Ya no necesitarás estas cosas: deber, camaradería, orgullo. No necesitarás un emperador, ni un hermano unido ni ningún otro código. No necesitarás nada. Serás tu propio propósito pleno, un hermoso propósito definitivo y eterno. Despréndete de esas cosas inútiles.

Coge el cuchillo. Úsalo. Adopta tu nueva forma.