Todo va bien. Aiat: lo que está en guerra tiene buena salud; lo que está en paz está enfermo.

Mi hijo Crota me alimenta con abundantes tributos. Mi genealogía es fuerte. Mi gusano es enorme y está saciado y, con esa seguridad, puedo dedicar mi tiempo a estudiar y a estar con comunión con las Profundidades. Al ir aprendiendo más secretos, mi poder crece; según crece mi poder, lo uso para aprender más secretos. Aiat: es lo que tiene que ser.

Me pregunto si mis hermanas tendrán secretos. Si mi poder supera al suyo, quizá las mate de forma permanente para usurpar sus tronos. Pero creo que tienen fuerzas que me ocultan, desarrolladas durante nuestras separaciones. Aiat: la única relación significativa es el intento de destruir.

Savathûn pregunta si soy tan esclavo de las Profundidades como los poseídos. Pregunta cuál es el precio que pago por mi poder. Yo no estoy poseído. La colmena no es las Profundidades. Las Profundidades no quieren que todo sea lo mismo: quieren vida, vida fuerte, vida que viva en libertad sin necesidad de un hábitat de juegos para aislarse de la realidad. Cuando creo a mis poseídos, los hago más parecidos a la perfección. Curo sus heridas y potencio sus fuerzas. Esto es inherentemente bueno. Aiat: el único bien es la existencia, el único mal es la inexistencia.

Soy Oryx, el Primer Navegante, el Rey de los Poseídos. Aiat: déjame ser lo que soy, porque ser cualquier otra cosa sería fatal.