Ya está. Eir y Yul se alimentan del cadáver del Leviatán. Xivu Arath ha hecho un templo con el cuerpo empalado del cromalmirante. Bajo nosotros, los venenos de Savathûn tiñen de negro el mar del mundo de los amonitas. Sus gritos condimentan el vacío.

El Viajero ha huido.

¿Lo entiendes, Auryx? ¿Te emociona el secreto, Savathûn? ¿Saboreas el filo de esta verdad, Xivu Arath? ¿Veis la belleza de la forma?

Los amonitas ocupaban un trozo de realidad. Alquilaron su existencia con términos fraudulentos, engordando y viviendo felices, escudados en mentiras menores y en bonitos textos apócrifos. Decían: "somos pacíficos, buenos, no hacemos daño a nadie".

Su Edad de Oro fue un cáncer.

¡No hicieron nada para avanzar la causa de la vida! Consumieron tiempo, materia y pensamientos en esta búsqueda solipsista y onanista de seguridad, aislándose de la muerte, haciendo una bolsa regresiva de estabilidad inútil cuando podrían haber ayudado a tallar el universo hacia su forma perfecta y definitiva.

Vosotros y vuestros congéneres, sufriendo en las Profundidades, merecéis la existencia mucho más que los amonitas. Lo habéis demostrado.

Mira al cielo. Observa la gran división, las líneas de batalla de la guerra cósmica. Somos el gusano, tu dios, pero no somos las Profundidades propiamente dichas. Solo nos movemos en ellas. Tú también lo harás. Las venerarás y estudiarás, y vagarás por ellas a su paso.

¿Elevarás tus pensamientos a los milenios, Auryx? ¿Doblegarás tu voluntad por la liberación del universo y te unirás a nosotros en la guerra contra el Cielo?

Necesitamos campeones. Cruzados. Ayúdanos a salvar el universo. Ayúdanos a exterminar aquello que quiere acabar con todas las esperanzas. Juraste cumplir esta misión por el pacto del gusano.

Y has jurado matar a Taox. Esté donde esté.