«¿En qué piensas?» pregunté.

«En cuando era un chiquillo» dijo mi padre.

«¿Durante el Antes?»

«Sí».

Se agachó para acariciarme el pelo.

«Recordaba lo inteligente que solía ser. A tu edad, yo era un genio».

«Ahora eres inteligente» añadí.

Se echó a reír.

«Mira a tu alrededor» dijo.

«Siempre miro».

«Mira bien» insistió.

Mi padre estaba de pie junto a un edificio gris grande.

«Esto es lo que quiero que veas».

El edificio no tenía puertas ni ventanas.

«¿Sabes cómo crear una contraseña robusta?» me preguntó.

«No estoy muy seguro...»

«Usa una historia» explicó «una historia que sabes que nunca olvidarás, que siempre estará contigo. Que tenga giros inesperados y unas cuantas sorpresas. Y asegúrate de que es tuya, para que puedas mantenerla en secreto».

Mi padre se arrodilló, acercando su rostro al mío...

«Quiero enseñarte una cosa especial» dijo. «Algo peculiar».

Intenté imaginar lo que podría ser.

«No» me advirtió «no podrás adivinarlo».

Dentro del edificio gris había una pared adiamantada... Un cielo proyectado flotaba sobre nosotros. No era nuestro cielo, lleno de metal y luz. No había un ápice de humedad en la grisura, y nada parecía tener vida. Nunca había visto un trozo de suelo tan triste.

«Este era nuestro mundo» dijo mi padre «cuando yo tenía tu edad».

Toqué la pared de diamante. Miró cómo mi mano saltaba hacia atrás.

«Quema» dije.

Sonrió sin malicia.

Agité la mano y me sentí mejor.

«Esto era nuestro mundo. El planeta entero era un horno. Ácido. En muchos sentidos, muerto. Eso cuando yo tenía tu edad».

Ya estaba aburrido del mundo muerto. Miré hacia mi padre y le pregunté:

«¿Podemos irnos?»

Iba a acariciarme el pelo de nuevo pero decidió no hacerlo.

Todo esto me aburría.

«Cuando yo tenía tu edad, la gente creía que lo sabían todo. Teníamos leyes científicas y verdades humanas, e incluso un modelo del universo. La gente guardaba imágenes de su pasado e intentaban obtener una clara visión de su complicado futuro. Yo no lo sabía todo, claro está. Pero cuando era un niño esperaba poder vivir un vida corta e inteligente, y poder aprender bastante más».

«Entonces el Antes terminó.

Ya sabes por qué.

Ahí fue cuando todo el mundo, y los más listos de nosotros con más razón, aprendimos que no sabíamos nada. Éramos niños y todas nuestras ideas eran juguetitos, y el universo estaba hecho de grandes ideas y posibilidades inconmensurables y magníficas».

Mi padre dejó de hablar.

Me alejé de la caliente pared adiamantada.

«¿Sabes lo que quería enseñarte?» me preguntó.

«Roca muerta» respondí.

«Vuelve a intentarlo» dijo, dejando entrever su descontento.

Retrocedimos hacia el verdadero sol, el mundo real. Parpadeé y miré a mi alrededor, sorprendido por lo verde y brillante que todo era. La felicidad que había en todo. Incluso la cara más triste era feliz.

«Sé qué es lo que quieres que vea» dije.

«No me lo digas» respondió.

Y no se lo dije.