El Viajero lo cambió todo. Remodeló nuestro sistema solar tan decididamente como destruyó nuestros marcos teóricos científicos y filosóficos. Para nuestros ancestros debió ser una revelación, una mirada detrás del horizonte de la posibilidad esperada hacia el reino del poder trascendental.

El Viajero despertó la Edad de Oro. Pero nosotros la construimos. Lo recordamos con orgullo, incluso después de todo lo que hemos perdido. Ocupamos nuestro sistema solar y lo llenamos con nuestra labor.

Hoy, los criptarcas y los eruditos trabajan para extraer la verdad de las leyendas de la Edad de Oro. Sabemos que los humanos vivían más tiempo, volaban más lejos y sabían más. Sabemos que innumerables enfermedades y odios antiguos fueron extinguidos para siempre. La ambición humana dio pie a inmensos proyectos de ingeniería, movimientos sociales globales e incluso nuevas formas de vida.

La Edad de Oro se encontró con desafíos. Las fuentes hablan de conflictos internos, desavenencias filosóficas —particularmente en torno a preguntas relacionadas con la inteligencia artificial y la «bifurcación mental»—, y duraderos enigmas científicos. Pero la humanidad y sus criaturas mecánicas se enfrentaron a esos problemas con vigor, orgullo y un sentimiento contagioso de compasión pluralista.