Toda alma obstinada con la mala fortuna de haber nacido fuera de los brazos protectores de la Ciudad susurra esta verdad a través de los páramos: hay una metrópolis nacida de las cenizas del Colapso a la que el Viajero protege; es una promesa y una ilusión, el único refugio de la Oscuridad.

La Ciudad es una próspera ecúmene amurallada, repleta de lenguas y tradiciones procedentes de todas las culturas humanas y neohumanas que han sobrevivido. La población de la Ciudad se enfrenta a verdaderos desafíos: desigualdad, escasez, y el fantasma del conflicto interno. Pero las grandes tradiciones de la Edad de Oro continúan, y muchas clases de sufrimiento e injusticia has sido erradicadas para siempre.