La caja parece que sea de cobre.

La tapa roja está dentada, con una bisagra rota.

Dentro hay una pequeña cantidad de un polvo muy fino y seco, más marrón que gris y más azul que verde.

Las grandes mentes de la creación trabajan rápido con el material. Se pesa cada grano de polvo y se estudia de cerca para ser recordado. Un centenar de billones de partes insignificantes residen dentro de la caja de cobre; todas ellas minúsculas y cuasi esféricas, grabadas con los contornos de continentes, islas y casquetes glaciares. Cada esfera representa un planeta, y algunos de estos globos diminutos se corresponden a mundos conocidos.

Hay una Tierra, un Marte y un Venus también.

La caja contiene reproducciones de cada mundo habitable de la galaxia.

Uno de ellos ofrece una explicación sencilla:

«La caja es un mensaje. El mensaje es la naturaleza diminuta del contenido de la caja. Es la imagen de un centenar de billones de mundos que apenas llenan las dos manos».

Pero si es así, ¿quién envía el mensaje? ¿Cómo quieren que interpretemos esa inmensidad? ¿Es una advertencia? ¿Una invitación? ¿O es una burla?