Imagínate: vives en el territorio más extenso del sistema. Una gran superficie de espacio habitable y explorable. Pero hay un problema. Ese vasto lugar está repleto de recovecos y rendijas. Asteroides. Ruinas que se desmoronan. Restos de decenas de guerras. Es un lugar que podrías recorrer durante miles (o millones) de kilómetros sin ver a absolutamente nadie ni poder estirar las piernas.

Ahora imagina: practicas espeleología en un asteroide o trepas por una nave medio derruida que podría tener cientos de años. No puedes ver a ningún enemigo acercarse, no en un rincón estrecho como ese. No los oyes, ni tampoco los hueles, no en el vacío. Pero de repente te mueves, o se mueven, y os encontráis.

Rifles, escopetas, no van a servir. No tienes espacio para levantar un cañón de esa longitud. No te da el brazo para lanzar un cuchillo o una granada. Pero tienes una pistola en tu cadera. Lo suficientemente pequeña para valer en ese espacio reducido, para salvarte la vida.

Por esta razón la Reina nos envía a todos los corsarios armados con una pistola de la dinastía de Vesta en nuestras caderas. Y la dinastía de Vesta es lo que también nos devuelve a casa.