Un holograma con un planeta dorado rotatorio, en estasis, girando lentamente. Se pueden observar las tormentas desplazándose sobre su superficie. Pero cuando los comandantes se reúnen y activan los controles que hay debajo de él, el planeta cambia. Aparecen fisuras en su exterior. ¿Es su hogar? Cuando la habitación se queda vacía me pongo a jugar con los controles, pero es una antigua tecnología nativa que no reconozco en absoluto.

No sé lo que significa. No es difícil esconderse en estas cavernas cuando se es tan pequeño como yo, aunque los psiónicos tienden a mirar a su alrededor siempre que pasan por donde estoy yo. Hay muchas grietas y rendijas. No son una raza que tema la infiltración o el espionaje.

La estructura y el diseño de sus edificaciones tiene su sentido. Son un pueblo guerrero y planifican sus fortificaciones de acuerdo con ciertos principios antiguos y estrategias probadas. Lo que no puedo es descifrar su lógica. Necesitaría un poder de computación diez veces mayor para los cálculos de inferencia. Pero sé que está ahí. La intuyo. Es como una mano abierta, preparada para cerrarse en un puño. Una amenaza. Un gesto de poder.

Pese a su grandeza y poder, y pese a haber excavado en todo Marte y erigido murallas con la burocrática sobriedad de los conquistadores, sospecho que huyen de algo. Creo que dentro de sus duros cascarones y sus escudos de mil pliegues se halla la intensa semilla del miedo. ¿Pero miedo a qué? ¿Es que algo los persigue? ¿Deberíamos temerlo también?