La Nueva Monarquía resurgió de las cenizas de las Guerras de facciones con un principio fundamental muy sencillo: «Juntos lo conseguiremos».

Recelosa del frágil estado de la política de la Ciudad, la Nueva Monarquía vigila de cerca al Orador, al Consenso y a la Vanguardia, y busca líderes que puedan gobernar de manera más apta y puedan devolverle a nuestra civilización el esplendor de la Edad de Oro. Si no se encuentran gobernantes, hay que crearlos.