Has vivido de manera casi invisible, saltando entre sistema solares, haciendo grandes planes, supervisando el desarrollo de las civilizaciones, antes de volver a desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Pero no recuerdas haber deseado nunca la adoración o el reconocimiento de aquellos a los que favoreces.

Pero los recuerdos pesan.

Son como plomo y neutronio y materia electrodébil, en forma de bola del tamaño de una luna, que has de llevar contigo de lado a lado.

De repente, huyendo rápidamente, tu inmensa mente se ve infectada por el terror y la duda tóxica de no poder siquiera ni pensar.

Y son tus hijos a quienes te encomiendas en este momento de necesidad.